ARROZ CON LECHE, SABOR DE INFANCIA QUE NUNCA OLVIDO

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Una de las cosas que marcó mi infancia fue la comida que normalmente no podíamos tener. Y es que vengo de una familia bastante humilde que no tenía grandes lujos y en la cual había ciertas comidas que cuando se hacían eran todo un ritual.

Una de estas era el arroz con leche. Hacía parte de esta lista porque la leche era un lujo para nosotros y solo tomábamos un poco en el día a día, así que pensar en gastar una bolsa completa o incluso más para un postre era algo inconcebible.

Pero había momentos en los cuales mi padre tenía un poco más dinero y era allí cuando nos dábamos el lujo de comer algo diferente. Entonces aprovechábamos para hacer un delicioso arroz con leche.

Lo primero que recuerdo de estas épocas era ese dulce olor que se sentía cuando mi madre lo hacía. Este es un olor característico pues en mi casa lo endulzamos con panela. No sé si conoces la panela pero su aroma es dulce y delicioso. Si no eres de Colombia y algún día vienes tienes que probar la aguapanela, es una bebida deliciosa con este aroma dulce que te menciono.

Para mi parecían horas la preparación, sentía como si fuera algo de un día pero creo que esto era por la misma ansiedad que me daba comerlo. Cuando crecí me di cuenta que se hace rápidamente. Esto me hace pensar como el tiempo funciona de forma diferente cuando eres niño.

Cuando por fin el arroz estaba listo era todo un ritual el comerlo. Mi madre le agregaba quesito, lo cual también era un lujo para nosotros pues no lo consumíamos casi en el desayuno.

Así que todo comenzaba cuando mi madre me entregaba mi taza de arroz con leche. Yo la hacía rendir pues como casi nunca comíamos sentía que era algo para saborear y disfrutar.

Lo primero que hacía era sumergir la cuchara y sacar solo el líquido, esto me tomaba un buen tiempo, lo hacía tan despacio que parecía una eternidad. Luego solo quedaba el arroz y el quesito así que con mi cuchara los mezclaba para que fueran uno solo.

Por último trataba de comer solo el arroz para que al final me quedara la mayor cantidad posible de quesito. Todo esto me tomaba media hora o incluso más. La verdad era una experiencia que quería vivir al máximo.

Lo mejor es que siempre mi madre hacía mucho, así que en el día podía comer 3 y 4 veces. Esas ocasiones para mí no existía más comida. Todo se centraba en el arroz con leche.

Ahora que soy adulta sigo teniendo el mismo amor por este postre. Cuando lo como siento una gran felicidad y pienso en esos grandes momentos al lado de mi familia. Lo veo como un recordatorio de esos lindos recuerdos de mi infancia que me marcaron.

También lo veo como un constante recordatorio de mis origines y de cómo debo estar agradecida por todas las bendiciones y cosas maravillas que me rodean pues ahora afortunadamente siempre tenemos comida en nuestra mesa y podemos comprar cosas que antes eran inconcebibles para nosotros.

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